martes, 29 de abril de 2014

Cambio climático

El cambio por dentro
Los obstáculos que enfrentamos no sólo son externos
Esta es una historia acerca de estar a destiempo.
Una de las maneras más inquietantes de que el cambio climático ya se ve es con lo que los ecologistas llaman desfase o destiempo. Este es el proceso mediante el cual el calentamiento provoca que los animales se desfasen con una importante fuente de alimentación, sobre todo en tiempos de reproducción, cuando no encontrar suficiente alimento puede provocar rápidas disminuciones en la población.
Los patrones de migración de muchas especies de aves cantoras, por ejemplo, han evolucionado a lo largo de los milenios para salir del cascarón justo cuando las fuentes de alimentación, como las orugas, están en su punto de mayor abundancia, lo cual ofrece a los padres muchos nutrientes para sus pequeños hambrientos. Pero como ahora la primavera muchas veces llega temprano, las orugas también nacen temprano, lo cual implica que en algunas zonas son menos abundantes cuando los polluelos salen del cascarón.
Los científicos están estudiando casos a destiempo, relacionados con el clima, que se dan entre docenas de especies, desde el caribú hasta el papamoscas cerrojillo. Pero hay una importante especie que les falta: nosotros. Homo sapiens. Nosotros también sufrimos de un terrible caso de estar a destiempo, relacionado con el clima, pero en un sentido cultural-histórico, en vez de biológico. Nuestro problema es que el cambio climático es un problema colectivo que requiere una acción colectiva, un tipo de acción que la humanidad nunca ha logrado hacer. Sin embargo, ya entró en la conciencia del mainstream, en medio de una guerra ideológica que se libra acerca de la idea misma de la esfera colectiva.
La buena noticia es que, a diferencia de los renos y las aves cantoras, nosotros, los humanos, estamos bendecidos con la capacidad de adaptarnos deliberadamente, cambiar viejos patrones de conducta a una extraordinaria velocidad. Si las ideas dominantes en nuestra cultura nos frenan de salvarnos, entonces tenemos el poder de cambiar esas ideas. Pero antes de que eso pueda ocurrir, necesitamos entender la naturaleza de nuestro personal desfase climático.
El cambio climático exige que consumamos menos, pero ser consumidores es todo lo que conocemos. El cambio climático no es un problema que se pueda resolver simplemente cambiando lo que compramos: un híbrido en vez de un Suv, compensación de emisiones de carbono cuando nos subimos a un avión. En esencia, es una crisis nacida de un exceso de consumo por los que son relativamente más ricos, lo cual implica que los consumidores más desenfrenados del mundo tendrán que consumir menos.
El capitalismo tardío nos enseña a crearnos a partir de nuestras elecciones de consumo: al comprar formamos nuestras identidades, encontramos una comunidad y nos expresamos. Así que, decir a la gente que no puede ir de compras tanto como quisiera porque los sistemas de soporte del planeta están sobrecargados, puede ser interpretado como una especie de ataque, como si les dijeran que no pueden ser realmente ellos.
El cambio climático es lento y nosotros somos rápidos. Cuando cruzas de volada un paisaje rural en un tren bala, parece como si todo lo que pasa estuviera detenido: la gente, los tractores, los coches en los caminos rurales. No lo están, por supuesto. Se están moviendo, pero a una velocidad tan lenta comparada con el tren que parecen estar estáticos.
Así pasa con el cambio climático. Nuestra cultura, que funciona con base en combustibles fósiles, es ese tren bala. Nuestro cambiante clima es como el paisaje afuera de la ventana: desde nuestro atrevido lugar privilegiado puede aparecer estático, pero se está moviendo, su lento progreso, medido en capas de hielo que retroceden, aguas que suben y alzas en la temperatura. El problema no sólo es que nos movemos demasiado rápido. También es que el terreno en el cual los cambios tienen lugar es intensamente local: un temprano florecer de una flor en particular, una capa inusualmente delgada de hielo sobre un lago, la llegada tardía de un pájaro migratorio. Notar ese tipo de cambios sutiles requiere una íntima conexión a un ecosistema específico. Ese tipo de comunión ocurre sólo cuando conocemos a profundidad un lugar; no sólo como un escenario, sino también como sustento, y cuando el conocimiento local es transmitido, con un sentido de confianza sagrada, de generación en generación. Pero eso es cada vez más escaso en el mundo urbanizado e industrializado. Solemos abandonar nuestros hogares fácilmente, por un nuevo empleo, una nueva escuela, un nuevo amor. Aun para aquellos que logramos mantenernos en un mismo lugar, nuestra existencia cotidiana puede estar desconectada de los espacios físicos en que vivimos. Puede que no estemos enterados de que una sequía histórica está destruyendo los cultivos en las granjas que rodean nuestros hogares urbanos, ya que los supermercados todavía ofrecen pequeñas montañas de producción importada, y todo el día llega en camión más. Hace falta algo enorme –como un huracán, que rebasa todas las marcas previas de altura máxima del agua, o una inundación que destruye miles de hogares– para que notemos que algo está realmente equivocado.
El otro desfase tiene que ver con nuestra relación con lo que pasa desapercibido. Cuando publiqué No logo, hace una década y media, los lectores se impresionaban al enterarse de las abusivas condiciones bajo las cuales la ropa y los aparatos se manufacturaban. Pero hemos aprendido a vivir con eso. La nuestra es una economía de fantasmas, de ceguera deliberada. Y el aire es el máximo caso de lo que pasa desapercibido, los gases de invernadero que lo calientan son nuestros más elusivos fantasmas.
Otra cosa que hace muy difícil que captemos el cambio climático es la cultura del eterno presente. Sin embargo, el cambio climático es acerca de cómo lo hecho por las generaciones pasadas inevitablemente afectará no sólo el presente, sino las futuras generaciones.
Esto no se trata acerca de hacer un enjuiciamiento individual, de reprendernos por nuestra frivolidad o por no tener raíces. En vez se trata de reconocer que somos productos de un proyecto industrial, uno íntimamente, históricamente, vinculado con los combustibles fósiles.
Y así como en el pasado hemos cambiado, podemos volver a cambiar. Después de escuchar al gran granjero-poeta Wendell Berry ofrecer una plática acerca de cómo cada uno de nosotros tiene el deber de amar su hogar más que ningún otro, le pregunté si tenía algún consejo para los que no tienen raíces, como mis amigos y yo, que vivimos en nuestras computadoras y parece que siempre estamos en busca de un hogar. Quédate en algún lugar, respondió. Y comienza el proceso de mil años de conocer ese sitio.
Es un buen consejo, a muchos niveles. Porque para poder ganar esta pelea, determinante para nuestras vidas, todos necesitamos un lugar en el cual estar parados.
Naomi Klein es autora de La doctrina del shock y No logo.
Twitter: @naomiaklein
www.naomiklein.org
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2014/04/27/index.php?section=opinion&article=024a1mun Traducción: Tania Molina Ramírez
Una versión de este artículo fue publicada en The Nation y The Guardian. El nuevo libro de Naomi Klein, This changes everything: capitalism vs the climate (Esto cambia todo: el capitalismo contra el clima), será publicado en septiembre de 2014.

lunes, 28 de abril de 2014

Soberanía Alimentaria

Los 6 principios básicos de la Soberanía Alimentaria.
 
¿Qué es?
La Soberanía Alimentaria es el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente apropiados producidos a través de métodos sostenibles y saludables. Es su derecho a definir sus propias políticas y sistemas alimentarios y agrícolas. Este concepto fue introducido con mayor relevancia en 1996 por La Vía Campesina en Roma, con motivo de la Cumbre Mundial de la Alimentación de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) La Soberanía Alimentaria da prioridad a las economías de mercados locales y nacionales, fortaleciendo el campesinado al igual que a los consumidores y las consumidoras, ya que la producción de alimentos, distribución y consumo están basados en la sostenibilidad ambiental, social y económica. Así mismo promueve el comercio transparente, que garantiza ingresos dignos para todos los pueblos, así como los derechos de las personas consumidoras para controlar su alimentación y nutrición.
Se asegura de que los derechos de uso y gestión de las tierras, territorios, aguas, semillas, ganado y la biodiversidad, estén en las manos de aquellos que producen los alimentos. La Soberanía Alimentaría da lugar a nuevas relaciones sociales libres de opresión y desigualdades entre hombres y mujeres, pueblos, grupos raciales, clases sociales y generaciones.
LOS SEIS PRINCIPIOS BÁSICOS SOBRE LOS QUE SE SUSTENTA LA SOBERANÍA
ALIMENTARIA:
1. Se enfoca en alimento para el Pueblo:
plantea el derecho a una alimentación suficiente, saludable, y culturalmente apropiada para todos los individuos, pueblos y comunidades, incluidos aquellos que tienen hambre, están bajo ocupación, están en zonas de conflicto y son marginados en medio de políticas de alimentación, agricultura, ganadería y pesquería; rechaza la propuesta de que el alimento es sólo otra pieza mercantilizable para el agro-negocio internacional.
2. Valora a quienes proveen alimento:
La Soberanía Alimentaria respeta los derechos de hombres y mujeres, campesinos/as y agricultores/as familiares, pastores/as, artesanos/as de la pesca tradicional, habitantes de los bosques, pueblos indígenas y trabajadores/as de la agricultura y la pesca, quienes cultivan, crían, cosechan y procesan los alimentos, así mismo, valora y apoya su labor; rechaza aquellas políticas, acciones y programas que los subvaloran, amenazan y eliminan sus formas de vida.
3. Localiza Sistemas de Alimentación:
La Soberanía Alimentaria propicia encuentros con los/as productores/as y consumidores/as de alimentos; pone a quienes proveen y consumen al centro de la toma de decisiones en temas relacionados con la alimentación; protege a los proveedores del desperdicio de alimentos y de ayuda alimentaria en mercados locales; protege a las personas consumidoras de la comida de baja calidad y nociva para la salud, de la ayuda alimentaria inapropiada y del alimento contaminado por organismos genéticamente modificados; resiste a las estructuras de gobierno, contratos y prácticas que dependen y promueven el comercio internacional insostenible e injusto, que otorga poder a corporaciones remotas y sin ninguna responsabilidad por sus acciones.
4. Empodera localmente:
La Soberanía Alimentaria, partiendo del principio anterior, otorga el control sobre territorio, tierra, pastizales, agua, semillas, ganado y poblaciones de peces a proveedores locales de alimento y respeta sus derechos. Ellos pueden usar y compartir estos recursos de formas social y ecológicamente sostenibles para la conservación de la diversidad; reconoce que los territorios locales a menudo traspasan fronteras geopolíticas y asegura el derecho de las comunidades locales para habitar y usar sus territorios; promueve la interacción positiva entre las personas proveedoras de alimentos en diferentes regiones, territorios, y desde diferentes sectores, lo cual ayuda a resolver conflictos internos o conflictos con autoridades locales y nacionales; rechaza la privatización de los recursos naturales a través de leyes, contratos comerciales y regímenes de derechos de propiedad intelectual.
5. Desarrolla Conocimiento y Destreza:
La Soberanía Alimentaria se basa en la destreza y el conocimiento local de los proveedores alimentarios y sus organizaciones locales que conservan, desarrollan y manejan sistemas localizados de producción y cosecha, desarrollando sistemas de investigación apropiados para respaldarlos y cuya sabiduría pueda ser transmitida a las generaciones futuras; rechaza así tecnologías que socavan, amenazan o los contaminan, como viene a ser la ingeniería genética.
6. Trabaja con la Naturaleza:
La Soberanía Alimentaria utiliza las contribuciones de la naturaleza de manera diversa con métodos de producción y cosecha agroecológica, los cuales maximizan las contribuciones de los ecosistemas y mejoran la capacidad de ajuste y la adaptación, especialmente ante el cambio climático; trata de curar el planeta con el propósito de que el planeta pueda curarnos; por último, rechaza métodos que dañan las funciones de los ecosistemas beneficiosos, aquellos que dependen de los monocultivos de energía intensiva y fábricas de ganado, prácticas de pesca destructiva y otros métodos de producción industrializada, los cuales dañan el medio ambiente y contribuyen al calentamiento global.
Ecoportal.net
Vía Campesina y Soberanía Alimentaria
http://www.viacampesina.org/es/

viernes, 25 de abril de 2014

Por qué miente generalizadamente el periodismo


Periodismo y Propaganda

En esta columna, Darío Aranda escribe sobre una realidad en la que coinciden medios "oficialistas" y "opositores". Particularizando en dos tipos de periodismo económico escribe: "los periodistas del agro nunca visitan a familias campesinas, blanco de fumigaciones y desalojos. Los periodistas petroleros nunca asoman la nariz en las comunidades mapuches con metales pesados en sangre y muertos producto del accionar petrolero. El periodismo de escritorio valora distinto el padecer de una clase media urbana (del que se sienten par) que el sufrir de un campesino o de un indígena".

COLUMNA DE OPINIÓN
Por Darío Aranda
Para ComAmbiental



La gran corporación del agro mundial anuncia que venderá una nueva semilla de soja, con más agroquímicos y, promete, “más productiva”. Una larga hilera de periodistas repite el discurso empresario y celebra la nueva soja. No les importa la forma irrisoria de aprobación de transgénicos y agroquímicos (en base a estudios de las mismas empresas) ni mencionan la dependencia que genera al productor, ni mucho menos dan cuenta de las consecuencias, desalojos rurales, desmontes, empobrecimiento de suelos. Se suelen autodenominar “periodistas agrarios” o, más pomposo, “del campo”.

A su imagen y semejanza crecen sus hermanos menores, los periodistas “del petróleo”. Aún no se autodefinen así, pero repiten el discurso empresario que disfraza al fracking como una técnica segura, repiten a coro que “no se afectarán fuentes de agua”, ocultan los desastres ambientales en todo el mundo de las mismas multinacionales que llegan al país. Y hasta justificaron en 2013 la feroz represión de la policía neuquina frente a la legislatura provincial. Combinación de mala praxis y complicidad.

Periodistas que celebran el pago de 5.000 millones de dólares a Repsol y no mencionan el vaciamiento empresario ni el enorme pasivo ambiental, que podría disminuir radicalmente la tasación. Periodistas que amplifican sin chistar la voz empresaria y silencian (o chicanean) la violación de derechos humanos de la que son víctimas los pueblos indígenas. Periodistas que llaman despectivamente “ambientalistas” a madres fumigadas que vieron morir a sus bebés, a militantes que defienden su lugar de vida frente al avance minero, a familias enteras que no quieren ser desalojadas por represas o forestales.

Coincidencia I: las corporaciones (agropecuarias e hidrocarburíferas) distribuyen generosas pautas en programas de radio y cable. La pauta no compra la línea editorial, pero sí la condiciona. Las voces críticas ya no aparecen como antaño, o directamente ya no aparecen.

Coincidencia II: los periodistas del agro nunca visitan a familias campesinas, blanco de fumigaciones y desalojos. Los periodistas petroleros nunca asoman la nariz en las comunidades mapuches con metales pesados en sangre y muertos, producto del accionar petrolero. El periodismo de escritorio valora distinto el padecer de un clase media urbana (del que se sienten par) que el sufrir de un campesino o de un indígena.

La línea editorial de los medios es clara. Pero a ningún periodista se lo obliga a decir lo que no cree o, peor, nadie los obliga a mentir. Los periodistas no pueden alegar obediencia debida para ocultar lo que pasa. ¿Por qué un periodista repite el discurso de las multinacionales del agro e invisibiliza las consecuencias de ese modelo? ¿Qué lleva a un redactor a mimetizarse con un jerarca petrolero y a chicanear a un vocero mapuche que relató cómo las compañías arrasaron su territorio y diezmaron a su pueblo?

Los periodistas agrarios y petroleros son parte del modelo extractivo que comandan corporaciones y gobiernos. Ese modelo requiere sacrificar territorios, y requiere sacrificar también las vidas que resisten en esos territorios.

Durante la reciente lucha docente, el colega y docente de periodismo Adrián Figueroa Díaz fue hasta la médula del problema: “El periodismo oficialista y opositor defiende los intereses del poder político y publicitario/empresario. ¿Por qué? Porque no lo cuestiona. ¿Por qué? Porque vive de ellos. ¿Por qué? Porque no les importa una lucha que le es ajena y desconocida. ¿Por qué? Porque casi ninguno de esos presentadores de noticias y editorialistas da ninguna lucha. Y esta cuestión clasista dentro de la profesión se evidencia en la moralina de cuarta del clasemediero básico que utilizan. Los medios y los periodistas más publicitados se ratifican como reaccionarios de  las luchas sociales”.

Entre los aciertos de los últimos años sobresale el debate sobre el rol de los grandes medios de comunicación. Ha quedado claro para toda la sociedad, quizá como nunca antes, que se trata de empresas que privilegian sus intereses económicos y políticos por sobre cualquier otro valor.

Lo que sigue pendiente, y urge discutir, es el rol individual de los periodistas de esos medios. No sólo de las “grandes firmas”, sino de todos los que somos parte de esos medios. Los trabajadores de prensa nos debemos una autocrítica profunda y de cara al pueblo. Sobre todo se la debemos a quienes padecen la violación de derechos y no encuentran eco en los periodistas. Y la autocrítica también se la debemos a la nueva generación de colegas, para que tengan claro que los periodistas no somos voceros del poder político ni del poder económico.


Ver también:
Darío Aranda en ComAmbiental: "La década extractiva"
Sección "Periodismo" en ComAmbiental.

jueves, 24 de abril de 2014

Arquitecturra en adobe


La reactivación de una arquitectura en adobe en gran medida se debe al ahorro de energía que las edificaciones con este material suelen implicar, en efecto el adobe resulta un excelente aislante térmico motivo por el cual se reducen las demandas de energía para refrescar o caldear las viviendas

http://es.wikipedia.org/wiki/Adobe

La tierra cruda presenta una serie de importantes ventajas con respecto a los materiales de construcción industrial más usados actualmente, entre ellas destacamos:

Gran capacidad como aislante térmico- El material del que esta constituido el adobe y el tapial es un buen aislante térmico. El interior de una casa construida con este material requerirá un uso mucho menor de sistemas de climatización que en una convencional de materiales industriales. Las casa construidas con barro resultan frescas en verano y cálidas en invierno logrando fácilmente un agradable bienestar térmico. El coeficiente de conductividad térmica del adobe es de 0.25 W/m ºC siendo el del ladrillo de 0.85W/mºC y el del hormigón/concreto de 1.50 W/mºC

Gran capacidad como aislante sonoro- El adobe y el tapial resultan ser también muy buenos aislantes acústicos. Las viviendas construidas con tierra cruda quedan más aisladas de los ruidos exteriores, resultando más silenciosas que otras construidas con materiales industriales convencionales. Por otro lado, su superficie irregular difumina el ruido producido del interior de las viviendas, lo que evita las reverberaciones y propicia un interior más silencioso y agradable.

Ahorro energético en climatización- La capacidad de aislante térmico del los muros construidos con tierra reduce o incluso evita el uso de sistemas de climatización, lo que supone un ahorro económico, energético y de emisiones de Co2 muy importante. Una vivienda construida en adobe o tapial en países fríos y que contase con alguna técnica ecológica de climatización, como por ejemplo la energía solar pasiva, podría llegar a prescindir totalmente de sistemas de calefacción que consuman combustibles.

Fabricación de bajo impacto ambiental- Para la fabricación y procesado de los adobes o para la conformación de los muros de tapia, se emplea mucha menos energía que la necesaria para fabricar otros materiales convencionales. Para la fabricación de ladrillos o de bloques de hormigón, así como de los cementos, se recurre a la quema de combustibles fósiles para obtener las altas temperaturas necesarias en su procesado industrial. En cambio, el adobe y el tapial se puede fabricar a mano y dejar secar al Sol. El adobe requiere una energía de 2000 BTU para fabricarse, (siendo la mayoría de las ocasiones toda ella de origen renovable, limpio y natural), mientras que el ladrillo necesita 15 veces más energía (30.000 BTU), siendo necesario además en su fabricación la quema de combustibles que emiten Co2.


Arquitectura bioclimática


La arquitectura bioclimática consiste en el diseño de edificios teniendo en cuenta las condiciones climáticas, aprovechando los recursos disponibles (sol, vegetación, lluvia, vientos) para disminuir los impactos ambientales, intentando reducir los consumos de energía. La arquitectura bioclimática está íntimamente ligada a la construcción ecológica, que se refiere a las estructuras o procesos de construcción que sean responsables con el medioambiente y ocupan recursos de manera eficiente durante todo el tiempo de vida de una construcción. También tiene impacto en la salubridad de los edificios a, través de un mejor confort térmico, el control de los niveles de CO2 en los interiores, una mayor iluminación y la utilización de materiales de construcción no tóxicos avalados por declaraciones ambientales .

Una vivienda bioclimática puede conseguir un gran ahorro e incluso llegar a ser sostenible en su totalidad. Aunque el costo de construcción puede ser mayor, puede ser rentable, ya que el incremento en el costo inicial puede llegar a amortizarse en el tiempo al disminuirse los costos de operación.

 

http://es.wikipedia.org/wiki/Arquitectura_bioclim%C3%A1tica

 

Técnicas de construccion sostenible


Al final, la Construccion sostenible  es mucho más que sólo usar tecnología que hace nuestras casas más eficientes. Los diseñadores y constructores están creando estructuras más pequeñas que ‘hablan al corazón’. Estos inmuebles trabajan con los sistemas existentes en la naturaleza para satisfacer nuestras necesidades humanas y combinan bien con las tecnologías de energía renovable que se basan también en estos mismos sistemas de la naturaleza. Hacen de la estética una prioridad de modo que las personas que utilizan el inmueble sientan una sensación de orgullo de poder cuidarlo. Además son suficientemente duraderas para pronosticar su vida útil en términos de generaciones humanas.


http://laenergiarenovable.com/construccion-sostenible/

lunes, 21 de abril de 2014

Huertos urbanos: por qué y para qué


Huertos urbanos en tres ciudades europeas: Londres, Berlín, Madrid 
Nerea Morán Alonso| Madrid (España), 2008-2009.

1 Marco teórico


1.1 Justificación


En el momento actual de crisis ecológica son necesarios nuevos procesos de recuperación del espacio urbano que mejoren la sostenibilidad integral de las ciudades, tanto a nivel ambiental como relacional. Los huertos urbanos son instrumentos que responden a este requerimiento, pues colaboran en el cierre de ciclos del metabolismo urbano y proporcionan una mayor calidad de vida a los ciudadanos.

En el presente trabajo se intenta encontrar las condiciones legales y normativas más favorables para el desarrollo de proyectos de huertos urbanos, a través del análisis de tres casos europeos: Londres, Berlín y Madrid.

1.2 Definiciones


Estos pequeños jardines tienen varios nombres. Son conocidos como kleingärten en Austria, Suiza y Alemania, allotment gardens en el Reino Unido, ogródek dzialkowy en Polonia, rodinná zahrádka en la República Checa, kiskerteken Hungría, volkstuin en Países Bajos, jardins ouvriers y jardins familiaux en Francia y Bélgica, kolonihave en Dinamarca, kolonihage en Noruega, kolonitraedgard en Suecia, siirtolapuutarhat en Finlandia, shiminnoen en Japón,community gardens en Estados Unidos, y probablemente con muchos otros nombres en otros países del mundo.

Groening, 2005

Allotment garden - Reino Unido. Por definición legal, es una parcela que no excede los 100 m2, cultivado total o principalmente por su ocupante con fruta y vegetales para autoconsumo. Una pequeña parte puede ser utilizada para conejos o gallinas (House of Commons, 1922-1925: pp 3, 17).

Kleingarten - Alemania. Es un terreno entre 200 y 400 m2, utilizado principalmente para horticultura y cultivo de flores para autoconsumo, muchos de ellos con un pequeño cobertizo en el que guardar las herramientas. No está permitido tener animales ni pernoctar en los huertos. Según los estatutos de las asociaciones se deben dedicar al menos dos tercios del terreno a vegetales (Drescher, 2001).

Jardins familiaux - Francia. La legislación francesa los define como «grupos de jardines gestionados por una asociación cuyos productos no pueden ser comercializados». Normalmente se localizan agrupados en bandas próximas a carreteras, ferrocarriles, vacíos urbanos... que los alcaldes ceden gratuitamente o por un precio simbólico.

Community garden - Red internacional. Se trata de jardines urbanos comunitarios. Con diversos tamaños y localizaciones, se caracterizan por ser proyectos locales autogestionados, que centran su atención en la creación de lazos comunitarios y en el desarrollo local mediante actividades de formación y autoempleo.

Huerto de ocio - España. Los huertos de ocio son parcelas para el cultivo, en terrenos de la administración local, que mantiene la gestión de los mismos y en algunos casos establece los horarios de acceso y trabajo. Los huertos se adjudican durante un determinado periodo de tiempo a los participantes (de 3 a 5 años). Normalmente estas cesiones están asociadas a actividades previas de formación. Sus objetivos principales son la recuperación de espacios urbanos, la educación ambiental y la creación de espacios de socialización. En muchos casos están destinados a un segmento concreto de la población, como jubilados, desempleados, niños o personas en situación de exclusión social.

1.3 Objetivos y metodología


Objetivos

  • Estudiar el marco normativo de los huertos urbanos en tres ciudades europeas:
    • Revisar las referencias a huertos urbanos en la legislación general.
    • Analizar las políticas e instrumentos normativos relacionados con los huertos urbanos (especialmente en la escala local).
  • Caracterizar la situación actual de los huertos urbanos en las tres ciudades seleccionadas.
  • Detectar los instrumentos más adecuados para el fomento y la protección de huertos urbanos.

Metodología

  • Análisis de fuentes primarias: entrevistas en ambiente con participantes de distintas iniciativas de huertos comunitarios (Madrid y Berlín).
  • Análisis de fuentes secundarias:
    • Revisión bibliográfica.
    • Páginas web, institucionales, de asociaciones y académicas.
    • Legislación y normativa.
    • Planos: planeamiento, cobertura de usos del suelo.
    • Bases de datos estadísticas.
  • Selección de ciudades: Londres, Berlín y Madrid.
  • Sistematización de casos, definiéndolos con los siguientes elementos de análisis:
    • Legislación y normativa que regulan los huertos urbanos. Se realiza la cronología de las distintas leyes sobre huertos y sus principales determinaciones.
    • Descripción de los huertos urbanos en las ciudades estudiadas:
      • Superficie y localización de los huertos urbanos en relación con la red de espacios libres.
      • Definición legal y modelo de gestión.
      • Perspectivas de futuro: problemas y oportunidades.
    • En el caso de que existan programas, campañas o algún tipo de iniciativa de fomento de los huertos urbanos, se sistematiza mediante la siguiente ficha:
      • Iniciativa
      • Organismo impulsor (capacidad normativa)
      • Proceso
      • Declaración de motivos / objetivos
      • Líneas de actuación
      • Herramientas

1.4 Los huertos urbanos en la rehabilitación urbana ecológica


Aunque la parte central de este estudio consiste en el análisis de los casos de Londres, Berlín y Madrid, es necesario aportar unas breves notas sobre la importancia estratégica que podrían tener los huertos urbanos en la rehabilitación urbana ecológica. El objetivo de conseguir ciudades más sostenibles debe entenderse de una manera integral, y por tanto las intervenciones en el entorno construido deben responder tanto a aspectos ambientales como sociales.

Los huertos colaboran en la sostenibilidad ambiental de entornos urbanos, pues son un modo de inserción de naturaleza en la ciudad: aumentan el número de áreas verdes recuperando terrenos vacíos, y colaboran en el cierre de los ciclos del metabolismo urbano (agua, materia y energía) haciéndolos visibles, con espacios para compostar residuos de los hogares o del propio huerto, por ejemplo. También son espacios en los que se pueden recuperar las variedades locales de cultivos, aumentando la biodiversidad.

Además son un instrumento que contribuye al diseño a escala humana de la ciudad, dotando de carácter e identidad local al espacio público, respondiendo a la diversidad social y cultural de sus usuarios, y a la complejidad de condicionantes climáticos, físicos y sociales. Si han sido correctamente diseñados, pueden mejorar la calidad ambiental y convertirse en excelentes lugares de encuentro, debido a la influencia que la cubierta verde, la vegetación y la presencia de agua ejercen en las condiciones de humedad y temperatura, asegurando un mayor grado de confort ambiental que los espacios duros o vacíos.

En la dimensión social son espacios de participación, en los que se desarrollan sentimientos de apropiación y responsabilidad. Contribuyen a la educación ambiental y aumentan la seguridad alimentaria. Contribuyen al desarrollo local por sus aportes a la formación y en menor medida a la creación de empresas sociales.

A continuación se ponen en relación los huertos urbanos y las nociones de ‘desarrollo a escala humana’ y ‘calidad de vida’, con el objetivo de determinar el marco adecuado que permite evaluar la capacidad de los huertos de responder a las múltiples dimensiones que deben ser consideradas desde una perspectiva compleja.

1.4.1 Los huertos urbanos como satisfactor sinérgico de las necesidades humanas


Partimos de la definición del sistema de necesidades fundamentales, elaborada por Max Neef y Elizalde (1986), que describe las necesidades humanas como pocas y clasificables: subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad. Las necesidades son interdependientes y ninguna tiene más importancia que las demás. Son universales y no han variado a lo largo de la historia, lo que cambia según el contexto histórico y cultural son los medios concretos de satisfacer estas necesidades, es decir, sus satisfactores.

Los satisfactores sinérgicos son los que contribuyen a la satisfacción simultánea de varias necesidades, atienden a varias dimensiones y tienen efectos multiplicadores. Frente al desarrollo económico en el que la satisfacción de las necesidades humanas se entiende fundamentalmente como el aumento de bienes y servicios, el desarrollo a escala humana trata «de relacionarlas además con prácticas sociales, tipos de organización, modelos políticos y valores que repercuten sobre la forma en que se expresan las necesidades» (Max Neef, 1986).

Se han realizado estudios que relacionan esta teoría con los espacios públicos, atendiendo a la correspondencia de las necesidades humanas con las condiciones espaciales de los entornos construidos. En la concepción del espacio público como satisfactor sinérgico de necesidades humanas que propone M. Simón (2009), se ordenan las necesidades en relación con la escala a la que pueden ser satisfechas (territorio, ciudad, barrio, espacios de la intimidad) y a su relación con las condiciones de diseño físico, las regulaciones y el entorno cognitivo. En este texto se identifican también las necesidades cuya satisfacción no está relacionada directamente con el espacio público, como son la de afecto que se produce en la intimidad, la de subsistencia, que en la ciudad actual encuentra su satisfacción en la escala global, y la de libertad, que debe ser satisfecha en todos los lugares.

Si abordamos los huertos urbanos desde esta perspectiva, vemos que pueden responder principalmente a la satisfacción de las necesidades de ocio, entendimiento, participación e identidad; y en menor medida influyen sobre las de subsistencia, protección y creación.

Uno de los principales valores de los huertos urbanos es su carácter de espacio de ocio, sus usuarios a menudo los definen como el espacio donde pasan buena parte de su tiempo libre y en los que se sienten relajados. Las condiciones necesarias para ello son la proximidad al espacio de residencia, y la existencia de terrenos suficientes en los que desarrollar esta actividad.

En cuanto al entendimiento, otro de los aspectos más reconocidos de los huertos es su valor como instrumento de educación ambiental. En ellos se pueden observar los ciclos de los alimentos, del agua y de la materia; además son espacios que aportan biodiversidad a las áreas urbanas. Para responder adecuadamente a esta necesidad los huertos deben integrarse en el metabolismo urbano, contribuyendo a cerrar los ciclos de materia; y seguir las reglas de la agricultura ecológica procurando fomentar el cultivo de variedades locales. Elementos como un huerto para niños en los que puedan experimentar y responsabilizarse de su propio espacio son útiles para la compresión de los ciclos naturales (entre otras utilidades).

Los huertos urbanos son un espacio apto para la participación, ya que los hortelanos tienen la capacidad de autoorganizarse y gestionar los espacios, y también de construirlos, con la consecuencia de que al intervenir en el diseño físico de los huertos aumenta el sentimiento de apropiación de estos espacios. Para que la participación sea posible los huertos deben incluir espacios de encuentro y seguir modelos autónomos en los que los hortelanos tengan capacidad de decisión. Los modelos demasiado reglados, en los que existe un horario concreto o sólo se puede acceder a los cultivos participando en actividades programadas, no satisfarían esta necesidad.

Los huertos responden de dos formas a la necesidad de identidad, entendida esta en su dimensión tanto colectiva como individual. Un huerto urbano dota de identidad a un espacio, convirtiéndose en elemento de referencia, debido a su capacidad de embellecimiento del paisaje urbano o a la historia que simboliza (proceso comunitario, identidad de grupo). Además pueden ser el escenario donde personas de distintas culturas compartan sus conocimientos, aportando distintos tipos de cultivos y de alimentos, favoreciendo la comunicación e integración de las comunidades.

En cuanto a la protección, responden a esta necesidad en la medida en que proporcionan condiciones de estancia adecuadas, en las que las personas se sienten a gusto. Para que esto sea así el diseño de los huertos debe contemplar la existencia de espacios de estancia soleados y protegidos de los vientos en invierno, y de espacios sombreados y frescos en verano. En la medida en que sean espacios de participación y de identidad comunitaria, también se sentirán como seguros.

Aunque un huerto urbano no tiene capacidad para proporcionar todos los alimentos necesarios para la subsistencia, ya que en general produce sólo una pequeña parte de los alimentos necesarios, sí puede ofrecer productos ecológicos y por tanto más saludables. Para ello debe seguir los principios de la agroecología, no utilizar pesticidas ni semillas modificadas genéticamente, asegurarse de la calidad de los terrenos, del agua y del compost utilizados. Para lograr una mayor autonomía alimentaria de las ciudades debería desarrollarse una estrategia que implicara las diferentes escalas: local, urbana y metropolitana.

Un huerto urbano puede ser también un satisfactor de la necesidad de creación, en tanto en cuanto sea un espacio para el desarrollo de actividades creativas. Es común en los huertos comunitarios la presencia de un mural, un mosaico, una escultura o algún otro tipo de elemento creado por los vecinos, niños o adultos. La participación en el diseño del huerto y en la adecuación de sus distintos elementos también son procesos creativos. Para potenciar estas posibilidades los huertos urbanos deben ofrecer espacios y momentos para distintas actividades, y debe ser posible intervenir en su diseño y construcción.

Podemos concluir que para que un huerto urbano actúe sinérgicamente, respondiendo a la satisfacción del mayor número de necesidades humanas posibles, debe cumplir las siguientes premisas:

  • Situarse próximo a las zonas de residencia de los hortelanos, y que existan espacios suficientes para todas las personas interesadas.
  • Estar concebidos desde la agroecología; no utilizar pesticidas ni semillas modificadas genéticamente, asegurarse de la calidad de los terrenos, del agua y del compost utilizados.
  • Tener modos de organización autónomos.
  • Ser diseñado y si se desea incluso construido por los propios usuarios (desde luego las parcelas individuales, pero también las áreas comunes).
  • Contemplar en su diseño la existencia de espacios de estancia adecuados para el encuentro: zonas de descanso al aire libre, centro de reunión...
  • Formar parte de una red de espacios de cultivo urbano a diferentes escalas (local, urbana y metropolitana).

1.4.2 Los huertos urbanos desde la concepción de la Calidad de Vida


La noción de Calidad de Vida descrita por J. Alguacil trata de superar una visión simplista que haría referencia únicamente al bienestar socioeconómico, para formular una propuesta de carácter sistémico en la que también se consideran otras dimensiones como la calidad ambiental y la identidad cultural.

Cuando nos referimos al concepto de Calidad de Vida estamos haciendo referencia a una diversidad de circunstancias que incluirían tanto dimensiones mensurables (objetivas), como otras de más incierta cuantificación (subjetivas), dimensiones todas ellas que forman parte de un conjunto de valores y hechos que no se pueden disociar.

Alguacil, 2000

Es por tanto una forma de prestar atención tanto a las condiciones objetivas como a las distintas percepciones individuales.

En el cuadro 1 se representan las principales variables del concepto de Calidad de Vida, poniéndolas en relación con la capacidad de los huertos urbanos para generar una serie de efectos positivos sobre el bienestar, las condiciones ambientales y espaciales del entorno (calidad ambiental) y las necesidades de apropiación, participación y sociabilidad (identidad cultural).




Elaboración propia a partir de «Dimensiones de la Calidad de Vida» (Alguacil, 2000).

                           Calidad ambiental
                            Bienestar
              Identidad cultural
                    (Área territorial —escala—)
               (Condiciones objetivadas)
  (Vínculos e interacciones sociales)
Habitacional, Vivienda
Producción-Reproducción (Trabajo, empleo y trabajo doméstico)
Tiempo disponible (libre y liberado de ocio)
  
Generación de empleo en cooperativas y empresas sociales
  
Residencial (local, barrio)
Salud
Participación y apropiación
Aumento de espacios verdes, recuperación de espacios vacíos
Acceso a alimentos frescos de cultivo ecológico
Gestión colectiva
Microclima urbano
Mejora de la calidad del aire
Transformación directa del paisaje urbano
Urbana, territorio (metrópoli, región, planeta)
Educación (aprendizaje y formación)
Relaciones sociales y redes sociales
Corredores verdes, naturaleza en la ciudad. Red de espacios para agricultura urbana
Educación ambiental por contacto con los ciclos naturales
Espacio de encuentro de los vecinos



1.5 Breve historia y evolución del sentido de los huertos urbanos en las ciudades occidentales


Si hacemos un breve recorrido por la historia reciente de las ciudades occidentales veremos la trayectoria que han tenido los huertos urbanos en ellas y los cambios que se han ido produciendo en su concepción.

En la ciudad industrial del siglo XIX, los huertos urbanos alivian ligeramente las condiciones de hacinamiento y pobreza en los barrios obreros causadas por el proceso de industrialización y las migraciones campo-ciudad. Para suavizar la situación de conflicto social existente, los gobiernos y la Iglesia proporcionan a los obreros terrenos para el cultivo, son los llamados «huertos para pobres». Los dueños de grandes fábricas ven la ventaja de este tipo de experiencias, pues mejoran la moral de los trabajadores, pero cuidando siempre que la independencia que les proporcionen no sea excesiva. También las compañías estatales de ferrocarriles, en Alemania y Holanda por ejemplo, ceden a sus empleados los terrenos vacantes y los bordes de las vías para el cultivo. Gracias a estos huertos la población proletaria puede completar sus ingresos y asegurarse una mayor calidad alimentaria.

En Estados Unidos su aparición se produce como respuesta a la depresión económica de 1880, implantándose los Urban Gardens como forma de proporcionar recursos a los parados. Los primeros huertos son creados en Detroit en 1894, seguida de otras ciudades estadounidenses (Lawson, 2004).

En la primera mitad del siglo XX la historia de los huertos urbanos está ligada a las grandes guerras, que obligan a los gobiernos a procurar el autoabastecimiento de las ciudades, fomentando el cultivo de frutas y verduras y la cría de cerdos, conejos o aves de corral, para poder contar con comida fresca. Las importaciones de alimentos no podían asegurarse, debido a la dificultad en los transportes; además los cultivos en las ciudades colaboran con la economía de guerra pues permiten priorizar los envíos de municiones, armas y alimentos para el ejército.

En la I Guerra Mundial se comienzan a ensayar estas experiencias, con la campaña Dig for Victory en Reino Unido, por ejemplo. También en Estados Unidos se fomentan los Liberty Gardens en este momento, y posteriormente en el periodo de entreguerras, durante la Gran Depresión del 29, se establecen huertos urbanos denominados Relief Gardens.

Es en la II Guerra Mundial cuando se vuelca un inmenso esfuerzo en el cultivo en las ciudades, con los Victory Gardens en Estados Unidos, y la campaña Dig for Victory en Gran Bretaña, donde en aquellos momentos la dependencia de alimentos importados era muy alta: más de la mitad de la carne, el 70 % del queso y azúcar, casi el 80 % de la fruta y el 90 % de los cereales (Spudic, 2000), lo que suponía más de 55 toneladas de alimentos al año. Con el fin de concienciar y educar a los ciudadanos, se realizan boletines, carteles, programas de radio y documentales que se proyectan en los cines, se crean incluso dos personajes de dibujos animados: Potato Pete y Dr Carrot, dirigidos a los niños, que también son llamados a colaborar en las milicias de plantación. Se aprovecha todo el terreno disponible, desde jardines particulares, hasta campos de deportes y parques, (Hyde Park contaba con una granja de cerdos), o cualquier espacio apto para el cultivo, como las inmediaciones de la Torre de Londres. La campaña tuvo un enorme éxito, con un millón y medio de allotments que tenían capacidad para proporcionar el 10 % de las necesidades alimentarias del país.

En Alemania la existencia de los schrebergärten permite que los habitantes de las ciudades tengan además de un medio de subsistencia un refugio cuando sus viviendas han sido bombardeadas.

 




Torre de Londres, 1940

   Figura 1: Huertos de subsistencia durante la II Guerra Mundial



Tras la II Guerra Mundial, las ciudades occidentales, en lugar de poner en valor estas experiencias que habían sido fundamentales para su subsistencia, inician una reconstrucción que no deja espacio para actividades productivas de este tipo. El modelo se basará de nuevo en el transporte a larga distancia de los alimentos, modelo que se irá incrementando hasta nuestros días en los que alcanza una escala global.

Será en la década de los 70 cuando los jardines y huertos urbanos resurjan como herramienta de apoyo comunitario, en un momento en el que la crisis de la energía y la recesión económica se dejan sentir especialmente en los barrios de bajos recursos de las ciudades occidentales.

Desde finales de los 60 el movimiento contracultural desarrolla en Norteamérica prácticas de autogestión innovadoras, como son los jardines comunitarios. Una referencia en California es People´s Park, proyecto desarrollado en unos terrenos abandonados propiedad de la universidad de Berkeley. También es en estos años cuando nace en Nueva York lo que más tarde se conocería como Green Guerrilla, en un contexto de crisis económica, desindustrialización y suburbanización, en el que se estaban produciendo procesos de degradación y abandono de espacios residenciales en el centro de las ciudades, los activistas comenzaron a ocupar solares y otros terrenos y a cultivarlos.

En la década de los setenta también en Europa se desarrollan iniciativas similares desde el ecologismo y la autogestión; en Gran Bretaña el movimiento de Granjas Urbanas y Jardines Comunitarios [City Farms and Comnunity Gardens] surge en estos años y desarrolla proyectos no sólo de huertos sino también de cría de animales de granja y caballos en entornos urbanos, incorporando una fuerte carga de educación ambiental a través de actividades orientadas a los niños, como talleres o teatro.

En distintas ciudades de Norteamérica se han producido procesos de reconocimiento institucional y políticas de fomento de huertos urbanos. El Plan de Espacios Públicos de Chicago, iniciado en 1993, identificó espacios vacantes, públicos y privados (solares abandonados), para destinarlos a huertos, cediendo la gestión a organizaciones comunitarias; para ello creó una sociedad pública en la que participaban distintos organismos: el Departamento de Planeamiento y Desarrollo, la Agencia de Parques y la Agencia de Conservación de Bosques. En Seattle también se creó una agencia específica para identificar, priorizar y adquirir terrenos, financiar proyectos, proporcionar recursos y formación... permitiendo el acceso a espacios de cultivo en los barrios.

En Nueva York, desde los años 70 el ayuntamiento facilitó la extensión de los jardines comunitarios, creando una agencia municipal (Green Thumb) que gestionaba los alquileres de los terrenos. Sin embargo el uso como huerto comunitario no se recogía en el planeamiento, que los calificaba como espacios vacantes (con la posibilidad de cambio de uso sin una evaluación de impacto previa). En 1998 el ayuntamiento priorizó la construcción de viviendas y la venta de solares municipales, y comenzó a revocar las cesiones. Green Guerrilla pudo reunir el dinero para adquirir 114 terrenos municipales que salieron a subasta, y gracias a las movilizaciones obligó al ayuntamiento a declarar permanentes 36 jardines comunitarios. Otros espacios no han tenido tanto éxito en sus movilizaciones, es el caso de South Central Park, en Los Angeles, donde después de 10 años de trayectoria, se desaloja en 2003 una granja urbana de 6 hectáreas que daba trabajo y proporcionaba alimentos a más de 360 familias (en su mayor parte población afroamericana y latina).

Algunos datos nos dan una visión de la presencia de actividades de horticultura urbana en las ciudades contemporáneas. El 40 % de los habitantes del área metropolitana de Toronto, y el 44 % de los de Vancouver producen comida en sus huertos, Montreal cuenta con 6400 parcelas en 72 huertos. En Nueva York existen 750 jardines comunitarios en los diferentes distritos de la ciudad destinados a autoconsumo y relacionados con comedores y programas de apoyo comunitario. En el norte de Europa existen huertos comunitarios en ciudades de Reino Unido, Francia, Suiza, Países Bajos, Bulgaria, Alemania, Francia, Suecia... En Zurich (Suiza) las ordenanzas municipales permiten el cultivo en los espacios verdes.

Mientras en Europa los jardines y huertos comunitarios cumplen en la actualidad funciones principalmente de ocio (aunque la participación de inmigrantes suma la expresión de la identidad cultural y la mejora de las condiciones de subsistencia), en Estados Unidos su sentido está ligado a la revitalización de comunidades empobrecidas, al desarrollo local que mejore la seguridad alimentaria, a la mejora de las condiciones ambientales y a la creación de empleo mediante empresas sociales o cooperativas de producción de alimentos.

Los jardines comunitarios han jugado un papel integral en los Estados Unidos revitalizando el núcleo histórico de las ciudades lleno de solares abandonados y contaminados. Desde los años 60, en muchas ciudades a lo largo de los EEUU, en particular en Nueva York, Boston, Philadelphia y Detroit, las iniciativas locales han rescatado sus vecindarios del abandono urbano dando a los solares abandonados usos seguros y productivos.

Lori, 2001

Actualmente se están desarrollando experiencias de horticultura urbana cuyo fin es conseguir el consumo de alimentos sanos de calidad, cultivados localmente. Es el caso, en nuestro país, de Vitoria y Rivas-Vaciamadrid, que están impulsando proyectos de agroecología periurbana. En Londres se están desarrollando diversas campañas en torno a la alimentación que señalan como herramientas principales la coordinación con los productores locales y la conservación y desarrollo de huertos urbanos comunitarios.

Vemos por tanto que los momentos de mayor difusión de proyectos de horticultura urbana coinciden con crisis importantes relacionadas con la escasez de alimentos y energía, y que los espacios donde arraigan con más fuerza corresponden a áreas urbanas degradadas y con una población de bajos ingresos. En cada caso estos proyectos han sido fundamentales para mantener a los habitantes de las ciudades. No entraremos a analizar la situación de los países en vías de desarrollo, en cuyas ciudades este tipo de iniciativas tienen otra escala y un carácter básico de subsistencia, pero hay que destacar las importantes lecciones que se podrían aprender de estos procesos de cara a lograr la autonomía alimentaria de las ciudades occidentales.

Podríamos marcar varias etapas de la evolución del significado de los huertos urbanos. En sus comienzos, en la ciudad industrial del siglo XIX y a principios del XX, eran prácticas necesarias para la subsistencia, con una capacidad potencial (temida y controlada por las autoridades) de proporcionar cierto grado de independencia que pudiera generar resistencias al sistema industrial.

En la primera mitad del siglo XX tuvieron un carácter patriótico y de subsistencia en una economía de guerra, las ciudades tuvieron que adaptarse a la falta de medios e introducir en su seno procesos productivos para abastecerse de bienes de primera necesidad.

A partir de los años 70 se incide en la oportunidad de ligar las actividades de jardinería comunitaria con la autogestión, el desarrollo local, la integración social y la educación ambiental.

En la actualidad, aparte de los valores recreativos de este tipo de proyectos, cobra fuerza el objetivo de hacer más sostenibles las ciudades y de lograr la inserción de la naturaleza en ellas mediante corredores ecológicos y otro tipo de elementos que influyan positivamente en el metabolismo urbano. Se reconoce además el aumento de la calidad de vida que supone tener acceso a alimentos frescos, ecológicos y de calidad en los terrenos próximos a las ciudades.

El desafío para el futuro es integrar los proyectos de huertos urbanos dentro de un proceso general de rehabilitación urbana ecológica, como un elemento más de los que conforman la complejidad urbana, y no sólo como excepciones exóticas o puntuales.



Edición del 25-1-2012



Ciudades para un Futuro más Sostenible 
Búsqueda | Buenas Prácticas | Documentos | Boletín CF+S | Novedades | Convocatorias | Sobre la Biblioteca | Buzón/Mailbox 
  

Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid  Universidad Politécnica de Madrid  Ministerio de Fomento 
Grupo de Investigación en Arquitectura, Urbanismo y Sostenibilidad